Hace 74 días que se decretó el estado de alarma y empezó el confinamiento. Nadie se lo esperaba. En enero de este año, llegaban las noticias sobre la expansión del covid-19 en China y parecía que aquello quedaba demasiado lejos y que no nos afectaría. Finalmente llegó, y todavía estamos inmersos en un esfuerzo nacional por frenar su expansión y poder recuperar parte de nuestra «vida anterior».
Centrémonos por un momento en el fenómeno del confinamiento. Desde hace tres semanas, hemos notado un dinamismo inesperado en el mercado inmobiliario. Y lo de «dinamismo inesperado» es porque nos temíamos lo peor y seguimos temiendo un severo ajuste de mercado, pero este dinamismo – que quizá sea puntual – nos estaría indicando que ya no estaríamos tan dispuestos a volver a pasar 60 días encerrados en cualquier tipo de vivienda. Ya no. Si hubieran sido 10 días, quizá hubiera sido diferente, pero para muchos ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Amplitud, terraza, jardín, zona comunitaria…
Después del confinamiento, las personas tienen una cosa en mente: se puede volver a repetir. Y esto, aunque parezca baladí, no lo es. El miedo y la incertidumbre podrían apoderarse de nuestro pensamientos, derivando en una nueva necesidad: amplitud, más terraza, un jardín o una agradable zona comunitaria con zonas verdes y piscina.
No nos engañemos: un confinamiento en una casa unifamiliar con jardín y piscina es infinitamente más llevadero que un confinamiento en un piso en Barcelona sin terraza. En este aspecto, poblaciones como Sant Cugat podría registrar un incremento de demanda sumado al que ya venía acumulando en años anterior, con crecimientos interanuales del 13%, 10% y 6% en 2017, 2018 y 2019 respectivamente, si bien han sido crecimientos decrecientes y el mercado ya estaba dando señales de maduración y de menor presión en el alza de precios. De igual modo, poblaciones del Maresme, del Garraf, Baix Llobregat, Vallés Oriental o Vallés Occidental también podrían verse «beneficiadas» por esa búsqueda de una mejora en la calidad de vida.
Un factor determinante de este cambio de preferencias ha sido la posibilidad de teletrabajar gracias a la tecnología y a las comunicaciones. Nos hemos dado cuenta de que no hace falta ir a la oficina para sacar el trabajo adelante. En particular para los actores del sector inmobiliario, hay cosas imprescindibles como visitar un piso o construir un edificio que deben ser presenciales, pero la atención al cliente, las tareas administrativas, cuestiones internas, marketing, seguimiento de los procesos, etc. pueden hacerse desde un ordenador portátil o desde el smartphone.
Para aquellos que han formado una familia y tienen hijos pequeños, la situación ha sido más complicada. El cierre de los colegios es francamente una cuestión relevante, puesto que se ha de combinar el teletrabajo con la atención a los pequeños, que no es poca. En edades tempranas, los niños suelen ser grandes demandantes de atención, cariño y cuidados. En este tipo de unidades familiares, creemos que habrá mayor presión al cambio en búsqueda de mayores espacios o salidas al exterior.
Esta búsqueda de una «nueva vivienda» está siendo especialmente visible en el mercado de alquiler pero también en el mercado de compraventa, tanto en pisos como en casas pareadas o unifamiliares. Los bajos, los áticos, los edificios con zonas comunitarias verdes y con piscina, las casas pareadas y las casas unifamiliares están en el punto de mira de los compradores. Justamente son tipos de inmuebles con un precio mayor por sus características, pero parece que el comprador está dispuesto a asumir ese esfuerzo adicional en precio, puesto que tiene mucho que ganar.
Como siempre, estaremos atentos a la evolución del mercado.